Amapolas, salpicadas
En las campiñas del tiempo
Vamos dejando regadas
Amapolas, salpicadas
De dolor y de grandeza
Es en nuestros corazones
Donde crece la maleza
O el amor que todo alcanza
Riega tú con la esperanza
Amistades que rebasen
Los límites de lo humano
Donde todo lo profano
No causa ya destemplanza
El cariño se asegura
Con un candado sin llave.
En un verso sin palabras
Que sólo el corazón sabe
A su lado los recuerdos
Van haciendo sus senderos.
Para el amor, no hay… distancia.
Yolanda Arias Forteza
Agosto 31, 2017
Una estrella, más
Nuevamente camino abandonada,
Me detengo frente a una encrucijada;
Mas, no puedo dar un paso atrás
Camino fascinada hacia el arcano
Hay seres que me extienden ya su mano
Anhelan mi llegada. A su llamado,
Intento caminar sin lograr avanzar.
Un sendero distingo que aledaño,
Da la oportunidad de continuar
Por sólo un tramo más. Llega un niño
Que desea entre mis brazos descansar.
Me recuesto a la sombra de una encina.
De sus ramas penden gotas claras,
De líquido cristal. ¡Es tan fresco el lugar!
El niño se acurruca en mi regazo y dormimos,
Despierto en sobresalto, el niño ya no está,
Ni estoy bajo la encina con gotas de cristal.
Erguida permanezco al borde de unas peñas,
Abajo no distingo sino un fondo abismal
Que me invita a saltar. Me asalta el pensamiento
Que debo regresar; indecisa, adelanto mi planta
Sin pensarlo ya más, un paso, dos, un paso más…
Y me encuentro planeando entre la inmensidad
Me desplazo a gran velocidad, adentro la vía láctea.
Estallo en mil esquirlas de luces cegadoras,
Soy una estrella más. No miro hacia la tierra,
No al niño entre mis brazos, no el árbol con gotas
De cristal. Todo ha, quedado… atrás.
Yolanda Arias Forteza
Julio 22, 2017, 13:36 hrs.
En un tiempo de Dios
El eterno pensarte, es mi desvelo;
Mas, impass es de insomnio, consentido,
es caricia perenne, sin límite de credo,
es entrega total, sin cobardía; reto es,
pues lo inerte no puede aún alcanzarte,
en movimiento estás, rueda en mi vida,
mientras vivo te quiera todavía,
muerta vivo y sin ti no viviría.
Aún mil noches de ausencia no han podido
acabar con el ansia de besarte
de arroparme a tu cuerpo en un abrazo
arrimada a tus íntimos espacios
al sentir tu cabeza en mi regazo.
En inefable amor yo me consumo,
y la herida me sangra hasta en el llanto,
nunca habrá cicatriz que me consuele,
nunca, nunca he dejado de adorarte.
Cuántos años vendrán de tu partida,
cada uno no hará sino acercarme
al plano sideral en el que el alma sabe
que en un tiempo de Dios,
habremos de encontrarnos.
Sigue en mí, insuflado de mí,
Tú nunca morirás, mientras yo viva.
Paradoja perenne en mi memoria,
en tu verso inmortal, muere, mi… historia.
Yolanda Arias Forteza
Enero 18, 2016, 23:00 hrs.
Brillo de luna
A Violeta Isabel, mi nieta
en sus diez años, Junio 9, 2002
Cuando tú me miras, pedazo de amor,
Me siento bañada por brillo de luna,
Y cuando tenemos nuestras manos juntas,
Siento que te arrullo de nuevo en la cuna.
Tú me complementas en mis soledades
Y yo te sostengo en momentos duros
De tu vida diaria, pesares de niña,
Que si por la escuela, la tía o la mamá
Y ese Miguelito, que da sin parar.
Yo tengo tus cosas, tú tienes las mías,
Somos millonarias de mil chulerías,
Que de mil amores debo de cuidar.
Aretes, pulseras, ligas del cabello,
Tu telar de palo, no encuentra lugar
Dibujos y letras pueriles en libros,
Que de hecho… no debían estar.
La carta de Reyes o del Niño Dios,
Que quedó escondida por algún cajón,
Por lo apresurado de la situación.
Parte dulce eres de mi corazón.
Tú me has dado todo lo que yo quería
Con tu alma pura, con tus travesuras
Con tu gran flojera, para las tareas,
Tú no eres perfecta; pero, así te quiero.
Sigue tu camino. Levanta los hombros,
Yergue la cabeza. Prosigue invencible
Por ese camino que tienes marcado.
Verás que cosechas ignotos tesoros
Si tú, responsable, prodigas amores.
Te quiero Violeta, siempre te querré.
Sesenta años tengo, y tú, sólo diez.
Y en esos cincuenta de separación.
Al mirarte pura, regresa a mi mente
El dulce candor, que tuve de niña,
Candor de azucena, que se me olvidó.
Y recuerda, siempre
En estos diez años ya me has dado todo
Irradia mi mundo tu brillo de luna
LLámame, “abuelita”
Con eso me basta… ¡Para ser feliz!
Yolanda Arias Forteza
Amor, de… adultos
No sé aún, cómo aman los adultos
Sin temor y sin desasosiego
Aceptando la vida como llega
Amando de un modo pasajero.
Vivo etérea, desfasada en el tiempo,
Enamorada de un amor ideal,
Que nunca encuentro, fiebre eterna
Que me niega la paz en la mirada.
Soy torrente de julio, ave dañada
En vuelo fatigado, sin nunca sus alas
Desdoblar. No he sabido de amor
En paz entera, si por paz se define
El abandono y aceptarme sin riego
Y sin abono. Yo no entiendo el amor
De los adultos, en control de temor,
Sin sobresalto; no comprendo de amor
En lejanía, mutilado, sin aliento
Que depende del único sustento
Que la letra le acerca con un beso.
Hay mil modos de amar en la distancia,
Un te quiero a destiempo no te alcanza,
Es semilla que, vana, no germina
Y se pierde en un campo sin labranza.
El cariño sin fe es destemplanza
Flama ardiente que sola se consume,
Apaga el sentimiento y pasa a la razón.
Y por supervivencia precisa del olvido.
En mis versos de amor, corre mi esencia
Tan clara como grito de conciencia.
En que fluye sincero el sentimiento
Es su rostro, el embrujo que proviene
Del alma de aquel que me enamora.
No entiendo de ejercicios literarios,
Siendo así, me corrompe y descoloca.
Abre surcos de siembra malograda
y mi alma en su temeridad segada.
Me niego a amar, a pensar como hacen,
Los adultos. Mi amor aún es primavera,
Asombro, Ilusión, primera entrega.
Tal vez no existe. Por eso, nunca… llega.
Yolanda Arias Forteza
Agosto 7, 2017, 12:20 hrs.
Flor de Durazno
Hay un camino que siempre recuerdo,
Pasaba por él, con mi madre, en enero,
Mi alma, aún intacta, de virgen doncella
Miraba asombrada los suaves capullos
En rosa formados. Mariposas etéreas,
Pequeñas, posadas en ramas floridas,
Cortejo triunfal de árboles vestidos,
Como quinceañeras en su primer vals.
Pavo real florido, luciéndose al viento,
Con el sol danzando, en ígneas siluetas,
En lento capricho, formando arabescos.
Desde que ella falta, ya no hay más eneros,
Y no me hago el tiempo de volver a verlos.
Al andar por ellos, me hacían desear tanto
Poder poseerlas, ¡Nunca pude hacerlo!
En los fríos eneros, las flores de invierno
Entre mis macetas, nunca se me dieron.
Pasaron inviernos, venían primaveras,
Nunca una flor rosa que a mi se me diera,
Hasta esta mañana, en que soy invierno,
En que mi alma yerma ya no desespera,
Vienen a lucirse, por la vez primera,
Presea codiciada, las flores de invierno,
Ramas largas, rosas, llenas de capullos,
Pequeños y grandes, cerrados, abiertos.
Yo los miro absorta, con gozo en el alma,
¡No puedo creerlo!
Mi rosado anhelo ha sido cumplido.
En mi alma rota se posan las flores
Como mariposas,
Diciéndome ¡Mira! Aún hay primaveras…
De tus ojos bellos somos prisioneras,
¡Tanto nos deseaste!
Deléitate y goza de nuestra presencia,
Disfruta la dicha de sabernos tuyas
Para ti crecimos… ¡En una maceta!
Yolanda Arias Forteza
Marzo 24, 2003
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