***Liras de sentimiento y belleza *** Yolanda Arias Forteza

Archivo para diciembre, 2019

La Natividad

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Ni el hogar opulento, cuyo patio es enjambre
de siervos adobando al fuego una ternera;
ni el mesón del camino, que al caminante ofrece
sólida cena, cama e intervalo en la senda.

Un establo ruinoso será en la fría noche
albergue transitorio de la joven pareja;
él, benévolo mozo, y ella, grácil muchacha,
con un hijo en el vientre hacia el fin de la espera.

Pudo haber sido alcoba del palacio de Herodes,
al calor del brasero, vanidad de oro y seda,
o aposento en la villa de Caifás, o la casa
de un doctor fariseo que la Ley interpreta.

Pero el Hijo del Hombre no es hijo de los grandes,
y se hará el más pequeño; los hijos de la tierra,
los que sudan y sufren, el labrador curtido,
el pescador austero, la mujer en la rueca,

han de ser sus hermanos, dejarán lo que tienen,
y sin volver la vista, marcharán en sus huellas.
Por eso ésta es la noche de los destituidos,
del hambriento, del huérfano, del que vive en cadenas.

Si hoy descendiera el Cristo, no vendría a los antros
donde el poder se compra, se vende la conciencia;
no a los mármoles turbios de Washington o Londres,
no a las crudas Babeles de New York o Bruselas.

El Cristo nacería tal vez en Appalachia,
donde un país ubérrimo tolera la indigencia;
o en la sórdida choza del Congo, de Etiopía,
donde los niños mueren de infinita tristeza.

¿Ha fracasado el Cristo? ¿Dónde fue su mensaje
de gloria en las alturas y paz para la tierra?
¿No seguimos matándonos, hermanos contra hermanos,
inventando pretextos, endiosando la fuerza?

Tras los tres años blancos de la misión del Cristo,
los dos mil años negros de Judas nos asedian.
¿Dónde está tu victoria, hijo del carpintero?
¿Dejaste tu semilla caer sobre las piedras?

En esta larga noche, en esta noche fría,
a la luz del recuerdo que hace esta noche buena,
silenciemos el terco tictac de los relojes,
sin olvidar los males que a nuestro mundo aquejan

Y que el Niño nacido en la paz del establo
nos devuelva mañana la fe y la fortaleza
para cambiar las cosas un poco cada día,
para buscar su mano si nos ciñe la niebla.

Francisco Alvarez Hidalgo

Publicado por Yolanda Arias Forteza.

Todos y cada uno de los poemas de Francisco Alvarez Hidalgo, están protegidos y respaldados por Registro de Derechos de Autor con validez internacional.


Un lápiz

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Me asaltan estas ansias de escribir poemas
cuando te estoy pensando y mi cuerpo
a tu cuerpo se me ha ido estrechado.
Quisiera ser el lápiz que tu mano sostenga
Del que surja tu letra pronunciando
mi nombre y al enunciarlo quede, eternizado
trazo, epístola en mis manos.
Que la mina pasara rozando mi antebrazo
despertando deseos de colarme en tus versos
compartiendo y soñando también tus ilusiones.
Con un lápiz escribo este verso en desvelo,
a decirte que el alma te la sigo entregando.
Cada vez que te pienso un te amo indefenso,
aparece en mis labios, porque siento tus manos
que cual viento de otoño ya me van deshojando.
Comencé con el lápiz que tocara tu mano
y es ahora el deseo que en pausada secuencia,
callado se me riega en la mente y las venas
que en verso irrazonado, me sigue desvelando.
Un lápiz en poesía mi vital herramienta
cuando te estoy pensando, traslada el sentimiento
a un claro pensamiento cuando lo estoy pulsando,
restablece mi psique, restañando la herida
que me sigue punzando y termino dormida,
soñando a pierna suelta que me sigues amando.

Yolanda Arias Forteza
Julio 12, 2017


Casi, cien años

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Sesenta años después de haber llegado,
en un supuesto, a mayoría de edad,
caigo en cuenta que no la he conseguido.
Se supone madurez habría alcanzado
y el buen juicio enarbolara como aliado;
Me he pillado haciendo, atrocidades.
Amar de más, desear huir de casa,
correrme una parranda con mis pares,
amigas de nostalgia y de pesares,
bailar hasta cansarme y derrumbada
dormir en un diván sin desnudarme
sin usar la pijama de franela y pensar
por una noche,<aún no es muy tarde>,
Subir de dos en dos por la escalera
Y bajar resbalando, los peldaños.
No todos maduramos con los años.
Si del tiempo el embate resistiera,
A mí me ha de tomar casi, cien años.
Por regla general el gran proceso
comienza cuando alcanzas los dieciocho
muy pronto ya tendré setenta y ocho
no sé por qué maduro retrasada.
Un siglo he de vivir, inadaptada
para verme, madura… acostumbrada.

Yolanda Arias Forteza
junio de 2019