Antojo
En diez horas de viaje,
Me alejé de tu vida,
Sin poder consolarme
Sin querer separarme.
Mi cuerpo tiritaba
Mi alma presentía
Toda yo, helada
Que jamás volvería,
Presentimiento inicuo
Conque culpo a la suerte
Que ha marcado mi vida
Con herida de muerte.
Presunción que se vierte
En dos años sin verte.
Sin lograr olvidarte
Asombro es, aún… amarte
Porque nunca he tenerte,
Y nunca abrazarte
Porque sólo en un beso
Vivirás en mi verso.
Miles de horas lejos
Sin mirarme tus ojos,
Cuando son sólo diez,
Limitando tu… arrojo.
Sólo un beso me diste,
Una promesa hiciste,
Y de amor, en acoso,
Vivo y muero, de… antojo.
Yolanda Arias Forteza
Mayo 18, 2015. 23:00 hr.
Amnesia
Fue paseando a los perros que, doblando una esquina
Me tropezó la vida con un amor de ayer,
Los dos nos sorprendimos y solo sonreímos,
Me dice: “No has cambiado”. <Está ciego>, pensé.
De prisa platicamos, del tiempo que ha pasado
De que él está casado, que yo me divorcié.
Un saludo de mano, cortés apresurado,
También el obligado, “nos veremos, después”
<Pasa por la casa, si puedes esta noche,
ya sabes dónde es… al fondo de la calle…>
Me escuché pronunciando como una insensatez.
Me sorprendí pensando, solo, ven. Abriré,
la puerta de servicio, el umbral clandestino
de todo lo prohibido que deseas esconder…
Sus ojos me miraron, incrédulos, turbados
Y una chispa lasciva en ellos, vislumbré.
Sorprendido me dijo, ¡está noche! ¿ porqué?
Me dije. “tú estás loca” y me escuche gritando
Atrevida, insurrecta “Sabes bien, para qué”
Riendo, los dos seguimos por caminos distintos,
Como hicimos ayer…
El ocaso se inflama con una llamarada
Que incendiará los montes que a lo lejos se ven
La noche se aproxima despacio, inexorable
Es la hora del té. El timbre. Un hombre
está a la puerta.” Si, señor ¿dígame?”
Me mira, titubea, “perdón, me equivoqué”
Y da la media vuelta. “¡Espere! a usted yo le conozco,
No recuerdo de qué, pase, pase, le pido
Es la hora del té” Dos tazas en la mesa
Él se sienta a mi lado, sus ojos van brillando,
Pretendo no notar la humedad de sus ojos.
Como vapor ardiente que nos quema la piel
La tetera silbando como el pecho, temblando.
El amor milenario que aún siento por él.
Que consciente y prudente no he de dejarle ver;
Y, en una charla amena, sin reproches o pena,
De nuevos conocidos que quieren ser amigos,
Entre risas y amnesia, nos bebemos, el… té.
Yolanda Arias Forteza
Febrero 9, 2021. 12:15 hr.